lunes, 28 de mayo de 2012

Invito a cenar


El hambre en el mundo es uno de los problemas más graves e imperiosos a los que nos enfrentamos como género humano. Es un hecho. Expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO) han propuesto como solución la progresiva inclusión de insectos y arácnidos en nuestra dieta. Aunque la palabra entomofagia (literalmente “comer insectos”) aún no ha sido incluida en el Diccionario de la RAE, este tipo de alimentación existe desde tiempos inmemoriales. Aristóteles ya dejó constancia del uso culinario de cigarras. Otras culturas milenarias, como la japonesa, consideran manjar un tipo de saltamontes y valoran las cualidades nutritivas de las larvas de avispas.
Las ventajas de este tipo de alimentación son numerosas. La más evidente: el reducido espacio necesario para la cría de estos animales. La más sorprendente: los aportes nutricionales. Una jugosa ración de 100 gramos de saltamontes contiene 20,60 gramos de proteínas, mientras que 100 gramos de grillos aportan 7,6 gramos de calcio. Son sólo unos ejemplos y, claro está, estas cifras varían en función de la manera en que han sido criados, conservados y cocinados. ¿No se os hace la boca agua?

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