Haciendo memoria,
reconozco que las últimas veces que las palomas han participado en
mis conversaciones ha sido a base de excrementos caídos sobre
hombros o cabezas despreocupadas, o a partir de comparaciones que no
hacen justicia ni a aves ni a roedores. En Nueva York han cambiado
las típicas palomas europeas por busardos colirrojos. Allí, como en
todas partes, hay personas que se quejan de la presencia de estos
pájaros pechopalomos pero,
al contrario que aquí, los busardos están bautizados y
perfectamente controlados por las instituciones neoyorquinas. Incluso
cuentan con una web (http://www.palemale.com/)
en la que periódicamente se publican fotografías de estos
majestuosos animales (y de otros que se han colado) que viven en la
ciudad desde los años 70.
Ahhh, a quién no le ha cagado una paloma en la cabeza? Y esperado con ella el metro?
ResponderEliminarSabía que alguien se iba a dar por aludida...
EliminarHace años me caían bien. Pero desde que fui a Venecia y lo único que veías al mirar al suelo eran estas "ratas del aire" me dan mal rollo.
ResponderEliminarSupongo que todo depende del cristal con el que se mire. Incluso hay neoyorquinos que se quejan de la presencia de los majestuosos busardos en los cielos de la ciudad, pero hemos de ser conscientes de que el espacio no es de uso exclusivo de los humanos. Muy al contrario, los humanos hemos transformado (y seguimos haciéndolo) de manera radical los espacios en el que siempre han convivido muchas especies, pretendiendo además expulsarlas, convirtiendo estos espacios en exclusivos. No hay que hablar de convivencia y respeto a las palomas, quienes viven ajenas a la enfermiza capacidad humana de sentirse molesto, sino que somos nosotros los que hemos de modificar la actitud y reírnos cada vez que nos cague un ave urbanita. Al fin y al cabo, nosotros cada verano invadimos los mares y salvo las medusas y algún que otro animal despistado, nadie (salvo otros humanos) se queja.
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