viernes, 1 de junio de 2012

Del tumor imaginado a la vesche de Ludovico

Cuando el médico le scasó que padecía un tumor irreversible en el mosco, Anthony Burgess pensó inmediatamente en su filosa. Hacía unos años que unos molodos soldados yankees entraron en su domo y la violaron provocándole el aborto del único hijo que habría tenido la pareja. Más allá del irremediable desasosiego que produce tener la certeza de una muerte cercana, Burgess se encerró en su cantora y escribió una novela tras otra para asegurarse de que su mujer tuviera suficiente dengo para sobrevivirle holgadamente gracias a los réditos manados de los derechos de autor.

           Unos de esos libros fue La Naranja Mecánica, padre de unos de los largometrajes más joroschós, controvertidos, chudesños, videados, ensalzados… de la historia del siny. Al igual que en la novela se trata de mutilar la mente del málchico protagonista, la película mutila el original. Burgess quiso dotar su obra de tres partes de siete apartados cada una, haciendo un total de 21 simbólicos capítulos. La idea de esta amputación intelectual fue del editor estadounidense de Burgess, ya que meselaba que le sobraba la última etapa de Álex (si alguien no la ha leído, Vuestra Humilde Narradora se limitará a scasar que se trata de su madurez). En el resto del mundo se publicó íntegra. 

El doctor de Burgess erró en el diagnóstico y el autor inglés tardó años en snufar. Pudo disfrutar de una más que desahogada existencia junto a su filosa. ¿Qué hubiera pasado si el médico no hubiera dado un diagnóstico equivocado? Tal vez una de las obras más elocuentes sobre la decadencia de la sociedad y más significativas para varias generaciones nunca hubiera sido escrita.

[Permitid ahora a Vuestra Humilde Narradora que rinda un tímido homenaje a las novelas de sigue tu aventura].

(Sigue leyendo si eres pesimista antropológico, pasa al siguiente párrafo en caso contrario).
Queda demostrado una vez más que el talento por sí solo no vale nada. (Una vez leído esto, ni se te ocurra leer el siguiente párrafo, te puede crear disfunciones).

Queda demostrado que el hombre sabe sobreponerse y crecerse ante a las más bolches vicisitudes.

Para terminar, permitidme sólo hacer una mención al título del libro. A clockwork orange es un dicho inglés que podría ser equivalente a nuestro “ser más raro que un perro verde”, pero también hace referencia a una naranja a la que le han quitado el jugo, que ha perdido su sustancia, su elemento diferenciador. Para más evidencias, ourang significa persona en malasio, idioma conocido por Burgess.


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