domingo, 9 de septiembre de 2012

La guerra que ganó César Vidal




     El fallecimiento de cualquier artista o intelectual siempre despierta en los hombres la necesidad de valorar al que se ha ido. Quizá la sociedad le había relegado al estatus de paria en sus últimos años de vida, pero eso no importa a la hora de honrarle, valorarle y elogiarle. Cualquier muerto pasado nos parece mejor.

      La muerte de Gore Vidal removió en mí este sentimiento tan humano, de modo que se me hizo imposible seguir postergando la intención de conocer algo más de su obra (tampoco mucho, no hay que abusar).

       Éste es el ánimo que me levantó del sofá rumbo  a la biblioteca municipal y me llevó a perderme en la sección de novela. Zeta, ye (yé), equis, uve doble y, por fin, uve. ¡¡¡Horror!!!  Una mueca de tensa desesperación desfiguró mi rostro cuando me di cuenta de que Gore Vidal comparte apellido con uno de los autores más prolíficos de las letras españolas: el siempre objetivo y bien documentado César Vidal.

      Me levanté tras el golpe recibido, me tomé una barrita energética para emprender mi tarea con más ahínco, y me sumergí en el mundo de Vidal vs. Vidal. Pablo, el judío de Tarso me recibió con mala cara y me condujo hasta Los primeros cristianos, quienes me dejaron en La ciudad del reposo. Tras una ardua investigación en Los documentos del Mar Muerto, encontré respuesta a las Preguntas más controvertidas de Libertad Digital. Esto casi me dejó sin aliento, pero de repente Los hijos de la luz se apiadaron de mí y me llevaron de la mano hasta Juliano, el Apóstata. Mierda, éste ya lo  he leído.

        Cogí aire y con gran desconfianza asistí a una clase magistral sobre los Mitos y falacias de la Historia de España seguida de una doble sesión de adoctrinamiento sobre Enigmas históricos al descubierto. ¡¡¡Mentiras de la Historia de uso común!!! Gore Vidal no solía ser tan evidente titulando sus libros, pero podría ser suyo. Falsa alarma. Sigue buscando tu suerte.

Camino del Sur llegué a Orillas del Nilo. “Me estoy desviando”, pensé, así que emprendí el Regreso al camino del Sur y avancé en el tiempo para conocer los Grandes procesos de la Inquisición. Por fin apareció El último tren azul que me llevó directa hasta La edad de oro. ¡Bien, uno de Gore Vidal que aún no he leído!

Y podría haber salido de ese universo atroz con mi libro en la mano, pero esta historia no tiene final feliz. “Seguro que hay más”, me dije, “y yo he venido a buscar la obra por la que dejaron de criticarle en el New York Times”.

¡Error! No os voy a aburrir más con mis idas y venidas por el universo Vidal vs. Vidal porque creo que ya os podéis hacer una idea de la desesperación, el desánimo y la lucha que retomé con gran frustración por mi parte, puesto que no encontré ninguna obra más de Gore Vidal. Cuando llegué a La Ezpaña de ZP me dije “basta” e hice lo que tenía que haber hecho desde un principio: buscar en el catálogo informatizado las obras disponibles de Gore Vidal. Así me hubiera dado cuenta de que otros se dieron más prisa que yo en satisfacer sus necesidades de leer a los neomuertos y gran parte de la obra de Gore Vidal ya estaba prestada.

El mareo y la satisfacción por un trabajo bien hecho me acompañaron a casa y aunque sabía que esta vez la victoria había sido mía, la guerra estaba perdida pues nunca más sacaré prestado un libro de Gore Vidal de una biblioteca. Supongo que los seguidores de Juan Pérez Zúñiga me entienden perfectamente.

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