El
mar estaba agitado y la marea seguía subiendo. Los turistas se habían retirado
a sus habitaciones y quizá se duchaban y acicalaban para reconquistar a sus
parejas durante sus escasos días de descanso. Era el momento perfecto para
sacar a pasear a los caballos. Mientras unos corrían libremente, otros yacían
tumbados agradeciendo el frescor de la arena del atardecer. Claudia disfrutaba
viendo cómo sus nuevos compañeros vivían ajenos a su penoso día a día y
engullían un minuto tras otro, saboreándolos como si los padecimientos
anteriores nunca hubieran existido. Para Claudia éste era el mejor momento del
día y lo demostraba con ilimitadas carantoñas hacia Lula, la yegua recién
llegada y desconfiada que no se separaba de ella ni a sol ni a sombra.
martes, 27 de noviembre de 2012
martes, 20 de noviembre de 2012
De condescendientes y de hombres
Condescendencia.
Amarga palabra. Y amargo el proceso que lleva hacia ella. La RAE la define como
la acción de adaptarse por bondad al gusto o voluntad de alguien. Pongo en duda
esa bondad académica. No creo que la condescendencia parta de un acto de
bondad, sino de un acto de desinterés y desgana producto de un proceso de desilusión
continua y que puede desembocar en cinismo.
Aprovecho
la ocasión para tirar de las orejas a sus ilustrísimos académicos de la Lengua
y recordarles que la primera regla del arte de definir es que la palabra
definida no puede formar parte de la definición.
domingo, 4 de noviembre de 2012
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _, _ _ _ _ sin el pueblo
Con
permiso de mis lectores, quiero hacer una pequeña pausa en el hilo habitual del
blog y, sin que sirva de precedente, escribir sobre un tema de actualidad que
aunque no me ha tocado directamente, sí ha removido algo que no quiero dejar de
compartir con vosotros.
Las reacciones institucionales a
la tragedia del Madrid Arena son sólo un ejemplo más de la actitud de quienes
nos gobiernan. Los comentarios realizados por algunos de los dirigentes
madrileños y las noticias que se han publicado de las investigaciones en curso,
me llevan a pensar que los ciudadanos somos tontos. O al menos nos tratan como
tal.
Tras los recortes en servicios
básicos, la amnistía fiscal, la subida de impuestos… ahora llega la aparente ausencia
de culpa de los organizadores en dicha tragedia. Buscar a quienes lanzaron las
bengalas como homicidas imprudentes y cubrir un tupido velo sobre el exceso de
aforo, la falta de controles en los accesos, las deficiencias en las medidas de
seguridad… es, cuanto menos, tratarnos como ganado. Afirmar que sus hijos
asistieron al evento y que todo transcurrió con normalidad es hacer gala de una
desvergüenza que sólo puede llenar de rencor a una sociedad herida. Negarse a
asumir el mea culpa habla de unos dirigentes
que miran por encima del hombro a quienes no somos como ellos.
Como ciudadana, necesito que la
investigación llegue a buen término y los verdaderos responsables sean
señalados y castigados. Como miembro de una sociedad que se caracteriza por su
cinismo, supongo que todo quedará en nada. El hecho de que la noticia ya haya
desaparecido de la portada de los medios de comunicación es un paso en esta
dirección. No podemos dejar todo a la espera de que las injusticias lleguen a
manos de algún juez valiente (y quizá hambriento de notoriedad) que aún se
atreva a plantar cara al sistema. ¿Qué tal si todos los asistentes se personan
como acusación?
Las
instituciones parecen habernos dejado a nuestra suerte, actuemos en
consecuencia.
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